Para explicar el porqué del uso generalizado del hormigón armado en la arquitectura del último siglo, quizá habría que imaginar como sería la construcción si no existiese el hormigón, esa mezcla de arena, piedra, cemento y agua que está presente en prácticamente todos nuestras casas.
A falta de conglomerantes como yesos, cales o cementos, que unan los materiales entre sí, deberíamos utilizar necesariamente elementos masivos para el soporte de nuestros edificios, muros y grandes masas de piedra o elementos que por gravedad -o por su propio peso, que diría un castizo- conformasen el apoyo de forjados o vigas sobre ellos.
Estos últimos no podrían tener más longitud sin incurrir en espesores excesivos y poco manejables que la de un elemento que pudierse soportar sobre él al pasearse por su punto un medio, el equivalente a tres o cuatro personas adultas sin deformarse más allá de 1/500 -aproximadamente- de la luz o longitud de esa viga, es decir en una viga de 5 metros (5000 milímetros) no podría deformarse más de 10 milímetros.
Mediante la utilización del hormigón, armado interiormente con elementos de acero que soportan mejor estas flexiones y tracciones en la parte inferior de las vigas, conseguimos por una parte el manejo en la obra de elementos más pequeños que no grandes vigas de madera o acero y por la otra, gracias a la virtud del hormigón de fraguar con la forma del molde que empleemos, lograr elementos arquitectónicos que no están limitados a las lineas rectas o a los arcos de descarga, ofreciendo una mayor libertad en el el diseño de espacios y edificios, además de lograr mayores luces y resistencias con menores espesores.
Pues bien, aunque podemos encontrar distintos materiales conglomerantes desde las antiguas civilizaciones egipcias, griegas o romanas, no es hasta que se implanta el uso generalizado del hormigón, ya en el siglo XIX, merced a avances industriales tales como la mejora de los hornos que permitían la fabricación del cemento y la inclusión del acero en la masa del hormigón para aumentar la resistencia a flexión – y así poder utilizarlo en elementos más largos que resistan la flexión- cuando podemos considerarlo un sistema cotidiano de construir arquitectura.
Si hay dos personajes que considero claves en la implantación del uso de hormigón en edificación son Auguste Perret (1874-1954) y Le Corbusier (1877-1965) , el primero por apostar decididamente por el uso del hormigón desde la empresa constructora que creó con su hermano y el segundo por establecer -gracias a que el hormigón se lo permitió- la planta libre de muros mediante el uso de pilares (1). Algo que de la que ya no somos capaces de prescindir.